noviembre 10, 2007

MAL DIA

Detente me dijo pero no lo escuché. Me pasó eso toda la mañana. No escuche nada más que – está cancelado – resonar en mi cabeza durante todo el día una y otra vez. No escuché las sirenas de los policías, bomberos y la ambulancia mientras trataban de alejar las personas, apagar el fuego, rescatar a la mujer atrapada en el vehículo accidentado quien gritaba aterrada.

Detente me dijo pero no lo vi. Me pasó eso toda la tarde. No vi nada más que a Marta con Cristian – mi amigo y compadre – en nuestra propia cama. No vi a mis amigos que me pasaban por el lado tratando de llamar mi atención. Sólo veía que se caía a pedazos mi mundo, pero no vi que podía y debía hacer algo.

Detente me dijo pero no lo sentí. Me pasó eso toda la noche. No sentí nada más que la necesidad de llorar. No sentía la lluvia a pesar de estar tan fría. No sentía hambre ni sueño. No sentía el cansancio o ganas de sentarme. No sentía mi alma en el cuerpo. Creo que ya ni sentía el dolor.

Detente me gritó pero no quise hacerlo. Me mantuve aislado todo el triste día, toda la infame tarde, toda la maldita noche. El detente me resulta tan obvio ahora; tan claro. No me di cuenta y no me detuve. Ahora ya nada importa, y hasta fue mejor así, ya que ni siquiera sentí el disparo que me dio el asaltante cuando me dijo: – Detente. Alto. No te muevas y dame la billetera–, y yo simplemente no lo escuché, no lo vi y mucho menos lo sentí. No lo quise sentir.
Allis S. Tapia Díaz.

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